por Lucila Févola
El poema es zona de
indagación e indagar significa, fundamentalmente, indagarse las limitaciones
del propio, repetitivo, ángulo de percepción.
“Suma y resta”, dirección de
sentido en el poema, en el libro de poemas, que se va construyendo como se
construye la propia vida, la realidad toda, es decir, las múltiples dimensiones
de lo que llamamos realidad. “Suma y
resta” como balance, pero también como apertura. Desde determinado vientre, vientre ahora que
gesta a su vez.
Los versos iniciales de este
libro aluden a un nacimiento que ya es un destino: el segundo equinoccio
abrió una huella / y alguien lanzó su grito / cara al cielo. El poema “Anuncios” confirma este
aserto. En él, y desde el título, contraluz
y barrotes ya son símbolos que se reiterarán a lo largo del poemario,
girando inexorablemente en torno al arquetípico Sísifo, la piedra en la que
Sísifo se convierte desde su castigada humanidad.
A partir de este poema, la
lectura atenta tejerá su propia red con los hilos entretejidos por Lina
Caffarello, poeta.
Aleph: cuentos, risas,
perdices ilusorias, duelos, porque Don Serafino / tiene el pelo fino. Las campanas, aves errantes, es una metáfora
que se reitera causalmente en los poemas “Palabras verdes” y “Pintado de
azul”. Pero ancestros, raíces, olivos,
constituyen un lugar de plenitud y plenitud es encuentro y encuentro es paz,
útero propio para nacerse, como lo indican “El óleo de la paz”, “El lugar” y
“Crêuzo da man”, más allá del desangrarse de la mano y a modo de ofrenda. Totalidad como toda fragmentación, como las
de “Do–mi–nó” y “El concierto”.
Se trata, pues, de otras
raíces. Aquello más raigal,
trascendente: la verdadera identidad que la poesía confirma incansablemente
porque corresponde a su naturaleza y en ella es y por ella se
manifiesta.
Indagación y construcción de
la profunda realidad interior, también, revelación: quien tanto roe el
propio laberinto / termina convirtiéndolo / en su cueva.
Se trata de esponjar,
como en “Anuncios” o en el sábado pleno de “Piel de oso”. Canto y vida.
Se trata, también, de comprender el horror y de saber cuánto de él se
arrastra todavía: En algún lado / en el útero iba oculto / un germen de
tierra prometida / un éxodo de lenguas / un fundirse y renegar.
Ahora, continúa ese siniestro
rojo del concierto, convertido en búho rojo que sigue soportando sobre sus
espaldas la piedra ¿del destino?
Aunque el tapadito todavía
cobije el hueco azul para la mano que quiere el acercamiento, su forma de cumplirse
es la de la mano entre hilachas. Y
retornamos al comienzo: herrumbre como
hojaldre, útero país como rejas, nuevamente barrotes de la cuna. Reloj perdido desde siempre.
Indagación, revelación, suma
y resta ahora integrados. Espejos,
mármoles, rieles sepultados que van y vienen como las llaves, como el pacto
todavía imposible.
Ecos, giros sobre giros
en el último poema, que da título al libro, porque la luna trazó los ángulos
precisos. Y un intento de rescate
final en el último verso de este poemario: pasitos de burbuja guardados en
la brea.
¿Estaremos destinados a
elegirnos un destino? ¿Cuál? ¿Sísifo en su piedra? ¿O pasitos de burbuja
guardados por debajo y por encima de todo?
Tal vez esa brea sea la de
los barcos que conducen a la tierra prometida, porque el verdadero comienzo
siempre parece estar antes del comienzo y la poesía es esa antigua memoria.
El canto – la poesía misma –
es la respuesta. Lina Caffarello lo sabe
y, más allá de sumas y restas, la ejerce.
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